Hace como un año, una amiga me recomendó un libro llamado "Extrañando a Dina" de Mario Alonso Madrigal; este libro me ayudo a superar una de las crisis sentimentales más grandes que he vivido, bueno!, para ser sinceros no fue la más grande pero si me afecto un poco en algunas decisiones que se deben tomar en la vida y más aun cuando se encuentra uno entre los comentarios y presiones de la sociedad y lo que uno realmente quiere hacer en la vida; les comparto uno de los párrafos que marco y re-definió mi renacer…
No debo establecer diferencias entre la soledad y la compañía, ambas son lo mismo percibido de manera diferente.
Nunca estoy solo, ya que siempre estoy con gente a mi alrededor, a unos pocos metros de distancia o a miles de kilómetros, en el mismo salón o en el mismo planeta.
Pero al mismo tiempo siempre estoy solo, porque nunca ninguna persona llega a fusionarse con mi ser.
Estoy con todos y al mismo tiempo no estoy con nadie, ya que soy parte del todo, pero por más que interactue con alguien e influyamos uno sobre el otro, siempre seremos seres individuales, en ningún momento uno se adherirá al otro.
Cuando me aflija por la soledad en la cual me encuentro, pensaré que siempre cuento con la presencia de mí mismo. Debo valorar mi propia compañía antes de recibir la de otros, para así no perderme por encontrar a alguien.
Caminaré conmigo a través de mi soledad que en realidad es compañía, y cuando me encuentre acompañado recordaré que siempre estoy solo.
No volveré a confundir compañía con cercanía y mucho menos con felicidad, porque cometería el gran error de ver la soledad como sinónima de tristeza.
Dejaré de considerar la compañía y la soledad como un objetivo o algo a evitar, sino como momentos que la vida me ofrece; con la misma disposición que acepte uno, aceptaré el otro. De esa manera, nadie me engañará brindándome falsa compañía.
Al terminar de escribir esas líneas, las leí con detenimiento y un rato después me dije a manera de conclusión:
"Hay momentos para estar a solo, y momentos para estar acompañado, nada más, y ninguna situación es mejor que la otra".
Pero esa conclusión la asimilé mejor, cuando un rato después surgió de nuevo una voz en mi mente –dándome la idea con la cual debía finalizar lo que había escrito−, diciendo:
Nadie vino para quedarse eternamente... quien llega, en algún momento tendrá que partir.
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